viernes, 5 de febrero de 2016

Culpa


"Al huir del deber nos precipitamos en el sentimiento de culpa, del cual se origina el remordimiento, que con sus múltiples manifestaciones inserta brechas de sombra en los tejidos sutiles de nuestra alma.
Por otra parte, el arrepentimiento sin cesar fortalecido por los reflejos del recuerdo amargo, se transforma en un absceso mental que nos envenena poco a poco, y expulsa a su alrededor la corriente impregnada con los miasmas de nuestra vida íntima, que intoxica la respiración espiritual de quien convive con nosotros.
Igual que el imán, que posee un campo magnético específico, cada criatura es portadora de un halo o aura de fuerzas creadoras o destructivas, que determinan su índole según el haz de rayos invisibles que lanza de sí misma. Es por medio de ese halo que establecemos lazos de naturaleza invisible, dentro de los dominios de la afinidad.
Debido a que la onda mental actúa en régimen de circuito, por medio de ella incorporamos, cuando estamos moralmente desalentados, los principios corrosivos que emanan de todas las inteligencias encarnadas o no encarnadas que se conectan con nosotros, en el ámbito de nuestra actividad e influencia.
Mientras proyectamos las energías dilacerantes de nuestro disgusto, a consecuencia de la culpa adquirida, casi siempre somos sorpresivamente visitados por una silenciosa argumentación interior que convierte el pesar inicialmente alimentado contra nosotros mismos, en disgusto e irritación contra los otros.
Esto se debe a que los reflejos de la falta que hemos cometido, arremolinados a nuestro alrededor, asimilan de inmediato las indisposiciones ajenas y trasladan hacia la acústica de nuestra alma todos los mensajes inarticulados de rebeldía, desánimo, angustia o desesperación, que deambulan en la atmósfera psíquica en la que respiramos.
Así es como llegamos a transformarnos en auténticos insubordinados sociales, ávidos de aislamiento, o de escándalos para alimento de la imaginación, que ha sido contagiada por las morbosas sensaciones de nuestras propias culpas.
En ese estado negativo, atormentados por las vibraciones de sentimientos y pensamientos enfermizos, desembocamos en el desequilibrio parcial o total del organismo, porque cuerpo y alma han quedado enredados en las tramas de una enfermedad cuyo diagnóstico es de los más complicados, en el terreno de la patología clásica. La noción de culpa, con su consecuente séquito de perturbaciones, actuará a través de reflejos incesantes sobre la región del cuerpo o del alma que tenga correspondencia con el motivo del remordimiento que nos aqueja. La deserción del deber a cumplir acarrea el arrepentimiento, y éste, alentado por el espíritu, se hace acompañar de consecuencias atroces, que exigen en algunas ocasiones prolongadas existencias dedicadas a un nuevo aprendizaje, con vistas a la restauración.
Cuando se ha caído en la culpa es ineludible recurrir a la puesta en práctica de la humildad, para restablecer tan pronto como sea posible nuestro equilibrio vibratorio, si no deseamos ingresar en la inquietante escuela de las prolongadas reparaciones.
Por eso mismo Jesús, no sólo como Maestro Divino sino también como Médico Sabio, nos recomendó la reconciliación con nuestros adversarios mientras nos hallamos en el camino con ellos, y nos enseñó así que la verdadera felicidad tiene por base el amor puro y el perdón sin límites."
Texto del libro "Pensamiento y Vida",
dictado por el Espíritu Emmanuel,
psicografiado por Francisco Cándido Xavier