Los espíritus informan que no existen milagros, sino mecanismos
naturales, con manipulación de energías, cuando las condiciones son
favorables. En la mayoría de los “milagros” en que ocurren curas, estas
son momentáneas, con efectos de corta duración. Son producidas por la
dinamización de las energías profundas de alguien, que es llevado a un
estado de superexcitación a través de vigorosa actuación, altamente
inductora, del “milagro”.
Es fácil observar como esas supuestas curas ocurren en un verdadero
palco donde la fe es el ingrediente para la dramatización. Pasados
aquellos momentos, todo vuelve a lo que era antes. Es claro que hay
casos de curas definitivas, cuando la fe es profunda y verdadera y
cuando hay merecimiento.
Los que “hacen milagros” son personas que poseen gran poder de
inducción, una voluntad firme y pensamiento dominador. Con esos
recursos, en algunos casos, ellos consiguen llevar a los que en ellos
creen a dinamizar de tal forma sus propios potenciales, su fe, a punto
de generar transformaciones orgánicas y otras consecuencias que son
vistas como milagros.
En los cultos o misas de cura y pedidos de ayuda divina la propia
vibración del ambiente, poderosamente transformada para ese fin, es un
vehículo que favorece esa potencia de las energías de que hablamos,
pudiendo producir acontecimientos poco comunes. En los casos de
“expulsión de demonios” puede realmente pasar que algún espíritu obsesor
encuentra más prudente apartarse de aquella confusión. También hay
casos en que las personas que padecen obsesión son tan maltratadas por
los que las exorcizan, con tales repercusiones en sus obsesores, que
estos acaban perdiendo momentáneamente la sintonía con ellas.
Igualmente hay situaciones en que los espíritus obsesores quedan tan
impresionados con todo aquel teatro, aquellas órdenes imperiosas que les
son dadas en nombre de Dios, que acaban realmente apartándose de sus
víctimas. Pero ese tipo de actuación no es saludable porque el obsediado
vuelve a su vida de antes, sin haber aprovechado el episodio como
palanca para su evolución y el espíritu obsesor va a continuar al
acecho, aguardando nueva oportunidad para recomenzar la persecución con
más seguridad. La mejor receta para ese tipo de problemas es aquella que
el Maestro enseño: la reforma moral, el cambio en las actitudes y en
las acciones, orientada por el Evangelio.
Milagros, ni Jesús los hizo. Él uso sus propios potenciales, su
energía, su vibración de altísima frecuencia y sus conocimientos para
realizar las curas y demás actos poco comunes. Otras circunstancias
tenidas como sobrenaturales son apenas inusitadas, en las cuales son
utilizados recursos de la propia naturaleza, de leyes naturales,
manipulados por espíritus. La fraternidad y el entusiasmo reflejan el
esplendor de las leyes de Dios.
Imprimir continuamente esos valores en nuestro ser es caminar en esa
luz. El sentimiento fraterno tiene el poder de relajar, eliminar estrés y
posibilitar mejor circulación de energías en el organismo. Equivale a
salud y bienestar.
En el ámbito espiritual actúa como antídoto para el orgullo, el
egoísmo, la ambición, la vanidad, la codicia, la agresividad e infinidad
de otros valores negativos. Predispone la paz, serenidad, justicia,
buen relacionamiento, comprensión, tolerancia, equilibrio y otros
diversos valores positivos, abriendo camino para la sabiduría.
(Extraído del libro “Nosotros y el Mundo Espiritual”
Autora: Saara Nousiainen
Traducido por Jacob)
Autora: Saara Nousiainen
Traducido por Jacob)
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