domingo, 13 de diciembre de 2015

El Espírita ante el Sufrimiento


Sabemos que la Tierra es lugar de expiación y dolor, como sabemos que el dolor purifica y eleva. El dolor es uno de los medios por los que progresamos más rápidamente. ¿Cómo, pues, debemos encarar los dolores y los sufrimientos físicos de la vida? Con calma y resignación, y hasta con alegría.
 
Recordando siempre que el dolor es el camino más rápido para nuestra ascensión a las más altas regiones, y el medio más seguro de alejarnos de las veleidades humanas. Hemos visto espíritas que supieron sufrir con resignación y alegría. Empero en los momentos de paroxismo del dolor estuviesen quietos y serios, y a veces cansados, lo que es muy natural, una vez pasados esos momentos estaban relativamente tranquilos y alegres.  Y cuando la dolencia les daba treguas, mostrábanse expansivos y dispuestos a exaltar la Justicia de Dios.

Fueran pocos los que vimos. Mas lo que desencarnaran, y de los cuales pudimos saber posteriormente, se mostraban siempre en un estado muy feliz en el mundo espiritual, satisfechos por haber sabido sufrir con serenidad los dolores de la existencia material. Vimos otros espiritas que, empero aparentasen resignación, también lloraban y lamentaban sus muchos sufrimientos. Entiendo que esos espíritas no andaban bien, y no estaban libres de caer. Porque la tristeza engendra el mal humor, que puede dar lugar a la murmuración contra el destino. Y cuando llegamos a la murmuración, estamos a un paso de la revuelta. Un espíritu en ese estado revela atraso moral y desconocimiento de la ley divina.

¿Qué diríamos de un comerciante que reclamase de tener muchos negocios a realizar, ganando mucho dinero? Diríamos que era un mal comerciante, incapaz de aprovechar las buenas oportunidades. Así son los espíritas que, delante de los dolores de la vida, se entristecen o se atribulan, y a veces se rebelan. El espírita debe encarar la existencia material como un curso de pruebas de toda especie: físicas y morales, que sirven para llevarlo a un verdadero progreso. Nunca debe confundir esa existencia con la verdadera vida, mas encararla como un período de estudios y pruebas, en que se prepara con vistas a esta última, que se encuentra en la erraticidad. Cada día que pasamos en la carne corresponde a millares de años que iremos a vivir en el Espacio.

¿Qué significan, pues, estos pequeños períodos que llamamos de vida material, delante de la vida espiritual que nos aguarda? Si la ley nos obliga a sufrir, porque nada en la Creación escapa a la Justicia, debemos hacerlo con la mayor serenidad. Pues sabemos que eso constituye para nosotros un gran bien, y que llegamos a la hora de probar si el Espiritismo penetró en nuestro interior o si permanece apenas superficialmente. Si es superficial, no podemos llamarnos espíritas. Si estuviese arraigado en lo más hondo de nuestra alma, sabremos encarar las pruebas y dolores de la existencia como necesarias, y honraremos la doctrina que profesamos. Ningún espírita debe dudar de que en el Reino de Dios no se entra de sorpresa, ni se alcanza la felicidad, sino después de la purificación.

Así es, que las comodidades, las alegrías mundanas, los goces de la Tierra, no son los caminos indicados para que alcancemos la felicidad en el espacio. También no debe dudar de que, cuanto más próximo se encuentra de su felicidad espiritual, más sometido será a todas las pruebas terrenas. Basta recordar la vida de los mártires, de los justos, de los humildes y de los buenos, y compararla con la manera de vivir de los grandes del mundo, de los opulentos, de los potentados, para ver que, mientras los primeros tienen los ojos vueltos para el futuro, los segundos no ven más allá de las delicias mundanas. De eso nos da una excelente prueba el Señor y Maestro, en sus mandamientos y en sus actos. Bienaventurados los que sufren, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los afligidos, porque serán consolados.

Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Estas son las palabras del Señor. Confiemos en Él. Sigamos su ejemplo. Todo espírita sometido a grandes dolores manténgase fuerte, lleno de calma, de amor al Padre, de resignación y sumisión a la Justicia Divina. Y si a veces la tentación lo envuelve, que se defienda con la oración con el amor por los que sufrieran antes que él, no olvidando jamás que, por detrás del dolor soportado con alegría y calma, vendrá la felicidad en la vida eterna.(7)

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7. Debemos recordar todavía que la revuelta aumenta el dolor, intensifica el sufrimiento, mientras la resignación favorece la acción benéfica de los Espíritus Superiores, siempre dispuestos a auxiliar a los que sufren. La oración es el gran lenitivo de los dolores sin remedio. Por ella, el espíritu en pruebas establece ligación fluídica con sus Bienhechores Espirituales, que le darán el alivio posible y la fuerza moral necesaria para soportar las pruebas hasta el fin. (N. del T.)

Miguel Vives
Extraído del libro “El Tesoro de los Espíritas”

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