viernes, 1 de mayo de 2015

La Desobsesión



El "Más Allá", no está solamente poblado de bendiciones, sino también, de dolores. Los Espíritus, son los hombres despojados del cuerpo, conforme lo fueron siempre. Buenos o malos, de acuerdo a como se elevaron o se esclavizaron en la Tierra. Vicios que se enraizaron en los hombres, son la consecuencia de la interdependencia producida por una sintonía perfecta entre los huéspedes espirituales y los anfitriones carnales que se descuidan y resbalan por las rampas de los deslices morales en los cuales se desequilibran y agotan.

Fijaciones inabordables existentes en los repliegues del cerebro, como efecto de los mensajes (ideas desdichadas que culminan en alucinaciones, proceden de otras mentes liberadas de las neuronas cerebrales, produciendo cobranzas dolorosas y venganza).

Los disturbios del cuerpo, de la mente y de la emoción, sobrevienen por la acción de emanaciones tóxicas poderosas, que se exteriorizan de espíritus enfermos, que se imantan a hombres imprevisores, en procesos de ósmosis desdichada, en la que ambos se nutren y extenúan en prolongado curso de enfermedades del alma, de difícil catalogación.

En la Tierra todo son ondas, mentes, rayos, pensamientos que se confunden, se separan, se arrojan y sincronizan. En todas partes domina un intercambio vibratorio, siempre que se sitúen los propósitos y las aspiraciones mentales en una o en otra faja de ondas. Donde se encuentre el ideal humano, ahí se respirará el clima psíquico que le es correspondiente. "Donde esté el tesoro, ahí se encontrará el corazón", conceptuó Jesús con seguridad, y el testimonio de los hechos no se refiere exclusivamente al dinero y a los bienes materiales, sino, principalmente, a los valores que se les atribuye calidad, a los de orden interior, que predisponen a la gloria o al fracaso.

Examinando las consecuencias de tales adquisiciones negativas, que facilitan la unión mental con Espíritus infelices de la Erraticidad inferior, la problemática se revela grave para los hombres, manifestándose en la inmensa y variada forma de procesos desdichados de alienaciones obsesivas que se esparcen por doquier en el presente, como lo hicieron en el pasado.

El Evangelio pone énfasis en una saludable terapéutica cuando narra la intervención del Divino Maestro junto a los obsesos y obsesores, valiéndose de la autoridad que lo acreditaba como el Excelente Hijo de Dios. Reviviendo los sublimes momentos del Médico Celeste entre los hombres, el Espiritismo enseña las técnicas desobsesivas realizadas en las conmovedoras y nobles sesiones especializadas denominadas "de caridad", donde se rinde culto al Espíritu del Señor, en el ejercicio del bien sin límites.

Del diálogo con los desencarnados, surgieron los métodos con que Allan Kardec prescribió sabiamente como atender a los sufrientes de uno y otro lado de la vida o a los dos juntos, medicándolos con el esclarecimiento hábil, de acuerdo a la dificultad que posean, que es siempre consecuencia de la ignorancia y de las persistentes enfermedades morales, auxiliándolos con la fluidoterapia, la oración, el ejercicio de la caridad y con otros recursos con los que se produce la ruptura de las ligaduras angustiosas que los atan al dolor y a la desdicha. Sin embargo, es al encarnado a quien le cabe la parte más importante en la tentativa liberadora: restaurar íntimamente la paz al precio del trabajo cristiano y de la disciplina moral, por medio de la meditación de sus propios errores, del estudio de las leyes que rigen la vida, particularmente las que surgen de la ley de amor ultrajada.

En cada perseguido espiritual, se encuentran los gérmenes de crímenes no juzgados, de fugas al deber, de evasiones a la responsabilidad, que se transforman en matrices para registrar a aquellos que fueron sus víctimas y que ahora los vuelven a encontrar en situación de difícil manejo. No obstante, no hay nada que justifique la cobranza, porque ésta pertenece a las justicieras disposiciones de la Misericordia y de la Justicia Divinas. Intoxicados por el orgullo herido y vencidos por la propia falencia, tales víctimas del ayer, que a su vez, son antiguos verdugos del pasado, en vez de beneficiarse con los sufrimientos experimentados, se erigen en justicieros, envenenando sus sentimientos y obstruyendo la razón, hundiéndose más en dramas y caídas que son de difícil recuperación.

Por tal razón, el código del bien establece que el perdón es la terapia exitosa para la cura de las enfermedades del alma, y que la palabra evangelizante que se sustenta en una vida moral purificada, es el medicamento que sirve para disminuir la acidez del odio y la anestesia de la indiferencia en el clímax de las desuniones en las que pugnan enloquecidos, los pacientes de la obsesión.

"Sabemos quien eres tú, Jesús de Nazaret", exclamaron las Entidades perturbadoras que atenaceaban al obseso, cuando el Señor se le acercó en la Sinagoga. La gran mayoría somos aún espíritus imperfectos, y nos falta la autoridad real, busquemos en Jesús los valiosos recursos de la caridad y de la luz, de la misericordia y del amor, de la fraternidad y del bien que nos cabe ofrecer a los hermanos atribulados de la Tierra como a los del más allá, consumidos por obsesiones (en demostración soberana de que la muerte libera al espíritu del cuerpo, pero, no modifica estructuralmente a aquellos que atravesaron el portal de cenizas), los valores morales que habrán de guiarlos con seguridad hacia la sublime madrugada de la vida.

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