jueves, 5 de junio de 2014

La Mediumnidad y los Médiums



Desde que existen hombres, existen espíritus; y si éstos han podido comunicarse, lo han de haber hecho en todos los tiempos. Por todos ha de ser conocido el Oráculo de Delfos, ya en la Antigua Grecia.

La mediumnidad es la facultad, que tienen algunas personas, por medio de la cuál los espíritus desencarnados pueden comunicarse con los espíritus encarnados. Las religiones y la Historia así lo confirman. La mediumnidad, conocida también como talento, carisma o don, es una facultad independiente de las condiciones morales del individuo; se puede encontrar tanto en las personas más dignas, como en las menos dignas, no sucede lo mismo con la preferencia que dan los buenos espíritus a los médiums.

La mediumnidad que aquí estudiaremos es la definida por Allan Kardec, esa que debe ser organizada, razonada y buscada desde la moral, con el fin de ayudar y aconsejar a la humanidad para su propia evolución.

La palabra médium viene (del latín médium, medio), e indica precisamente el medio o puente por el cuál los espíritus pueden comunicarse con los hombres.

Todos somos médiums porque percibimos, en mayor o menor grado, la influencia de los espíritus y porque transmitimos hacia el ambiente de la materia, los más variados influjos de nuestro espíritu,  influenciando los otros con nuestros pensamientos, actos y sentimientos. Pero se denomina formalmente médium a aquellos cuya facultad está claramente caracterizada y se conoce por su intensidad. Las personas que demuestran su facultad de forma ostentosa y se percibe nítidamente el fenómeno insólito, cuando "algo" imperceptible (para la gran mayoría) les domina la mente, la voluntad o padecen de perturbaciones psíquicas, necesitan de un desarrollo mediúmnico disciplinado y bajo supervisión de personas experimentadas.

La primera obligación, tanto del médium como de cualquier espírita es moralizarse (adecuar la conducta o la costumbres a unos buenos valores -como son la armonización a través de la lectura de buenos libros y sobre todo la oración sincera a Dios Padre Todopoderoso para que, según su voluntad, nos mande buenos espíritus que nos protejan y nos instruyan-). Además, con más razón, todo el que se dedique a este trabajo tan serio y delicado de la mediumnidad (hay que saber también que cualquier tipo de trabajo mediúmnico en el Espiritismo nunca se ha de cobrar -de ninguna de las maneras, ni monetariamente, ni la voluntad, ni favores, etc.-), no debe olvidar que el primer enemigo del médium reside dentro de sí mismo; frecuentemente es el personalismo (vanidad u orgullo que le hace querer destacar siempre), la ambición o la rebeldía en el voluntario desconocimiento de sus deberes (factores de inferioridad moral que no es raro aparezcan, lo conducen a la falta de vigilancia, a la liviandad y a la confusión en sus propósitos). Uno de los mayores problemas de la mediumnidad es la obsesión, es decir, la influencia perniciosa de un espíritu poco evolucionado sobre el médium. No olvidemos que tanto los médiums como los que no tienen una mediumnidad ostentosa, todos tenemos dos fortísimas armas contra todos los problemas que acabamos de mencionar y son el amor y la humildad.

Los médiums pueden ser divididos en dos grandes categorías: 
  • Médiums de Efectos Físicos: Son médiums dotados de facultades capaces de producir efectos materiales ostentosos. Sus trabajos tienen la finalidad de llamar la atención de los incrédulos respecto de la existencia de los espíritus y del mundo invisible.
  • Médiums de Efectos Intelectuales: Están dotados de facultades que producen comunicaciones inteligentes, con las que nos es posible aprender conceptos morales y filosóficos. Estas manifestaciones nos ayudan a comprender el mundo invisible y la forma de vida de sus habitantes.


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