viernes, 9 de mayo de 2014

La Escala Espírita



Los Espíritus informaron al Codificador que el número de órdenes de los Espíritus es ilimitado, pues no existe una línea determinada trazada a modo de barrera, pudiéndose así multiplicar o restringir voluntariamente las divisiones.
He aquí la pregunta de Allan Kardec y la respuesta dada por los Espíritus:
  
96. ¿Son iguales los Espíritus, o existe entre ellos alguna jerarquía?
«Pertenecen a diferentes órdenes, según el grado de perfección a que hayan llegado». Puede decirse que existen tres órdenes según su perfección:

1. Espíritus puros; ninguna influencia de la materia. Superioridad intelectual y moral absoluta sobre los Espíritus de las otras órdenes.

2. Espíritus buenos; predominio del espíritu sobre la materia y deseo de hacer el bien. Sus cualidades y poderes para el bien están en proporción al grado al que han llegado.

3. Espíritus impuros; predominio de la materia sobre el espíritu. Propensión al mal, ignorancia, orgullo, egoísmo y todas las malas pasiones que de él derivan.


"El Libro de los Espíritus"


Los Espíritus vamos perfeccionándonos, y al conseguirlo, iremos pasando de un grado inferior a uno superior. Somos como niños, los rebeldes se demoran en su ignorancia e imperfección, mientras que los dóciles aprovechan mejor las oportunidades. Todos llegaremos a la perfección relativa (pues la perfección absoluta solamente pertenece a Dios). Ya dijimos en una entrada anterior que el Espíritu avanza o se estanca, pero que nunca retrocede.

Siempre hemos conocido a través de la mitología de distintas religiones, a los espíritus más buenos, como los ángeles y a los más malos, como los demonios. Pero ya estamos estudiando que los llamados ángeles, serían los Espíritus Puros, mientras que los llamados demonios serían los Espíritus Impuros. No existe ningún mal personificado en ningún demonio, ningún eterno rival al Padre Todopoderoso.

El libre albedrío (ley universal que nos da a cada uno el permiso para poder obrar según nuestra propia elección) se desarrolla a medida que el Espíritu adquiere conciencia de sí mismo, puesto que Dios nos creó simples e ignorantes, pero no malos.
 

 

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