lunes, 26 de mayo de 2014

Las Leyes Morales


La ley natural es la ley de Dios, es la única verdadera para nuestra dicha. Nos indica lo que debemos hacer o dejar de hacer. La ley natural es eterna e inmutable, como el mismo Dios. Todos podemos conocerla; pero no todos la compremos. Indiscutiblemente, los que mejor la comprenden son los hombres de bien y los que quieren buscarla. Todos, no obstante, la conoceremos algún día, porque el progreso es necesario.

Las leyes morales, según la clasificación de Allan Kardec, pueden dividirse en diez, y son las siguientes:

1. Ley de Adoración: Como sabemos, el Espiritismo es una doctrina racional, por lo tanto, el culto que rendimos a Dios no es en ningún momento un culto ceremonial ni litúrgico. El culto, desde la visión espírita, es el amor, consecuente del agradecimiento, que debemos sentir hacia Dios. Sólo desde esta visión podemos entender la adoración a Dios, como un acto de reconocimiento y agradecimiento íntimo hacia él.


Para la adoración usamos la oración, que en el Espiritismo tiene un significado profundo y totalmente ajeno al concepto de rezo. Orar es elevar el pensamiento a Dios o a los buenos espíritus (siempre con el permiso de Dios y aceptando que ellos nos ayudarán siempre que puedan y quieran, porque ellos también, como nosotros, tienen ocupaciones, y además, poseen libertad de elección, o libre albedrío) en un acto de recogimiento y sinceridad, y nunca una acción repetitiva de un texto supuestamente sagrado. De esta forma, la oración encuentra cabida en el espíritu, pues está acompañada por el sentimiento.



2. Ley del Trabajo: El trabajo es la forma de conseguir algo. Sólo por intermedio del trabajo es que llegaremos a conquistar las cualidades de los espíritus puros. Para el Espiritismo el trabajo no es un castigo impuesto por Dios a los hombres como algunas religiones presentan, sino una herramienta para el crecimiento y el desarrollo humano, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.
 
Para el Espiritismo es una ley moral, porque todos somos responsables de lo que hacemos, y la pereza es un mal para nosotros mismos, ya que si nos acomodamos viendo la vida pasar, sin una acción clara en nuestro progreso y en el progreso colectivo, la propia inacción será nuestro propio castigo, pues serán atrofiadas nuestras cualidades por falta de uso. Por lo tanto, el trabajo es una bendición de Dios.

Pero si tenemos la obligación de trabajar, tanto físicamente como moralmente, también tenemos el derecho al descanso. El hombre tiene que buscar el equilibrio entre ambos para aprovechar su existencia.

3. Ley de Reproducción: Desde esta perspectiva, ya en el año 1857, el Espiritismo habla con total naturalidad de la sexualidad, en una época donde las religiones eran profundamente castradoras en materia de sexo. A este respecto, cuando Kardec preguntó acerca del celibato y la importancia de éste en el progreso moral de la humanidad, los Espíritus de la Codificación le contestaron que nada tiene de meritorio, y que si se hace por egoísmo no sólo no es meritorio, sino que es perjudicial. Aún así, añadieron que el abuso de las facultades sexuales conlleva graves problemas para el ser humano, y explicaron que la monogamia es la condición natural de los hombres y las mujeres.

En cuanto a la responsabilidad delante de la vida, cada uno es responsable por el mal que haga y por el bien que haya dejado de hacer, por lo tanto, la cuestión del control de la natalidad estará aceptada (moralmente) siempre que ese control esté reglamentado por la necesidad y no por el egoísmo.

4. Ley de Conservación: Sobre esta ley, el Espiritismo manifiesta que todos tenemos el instinto de conservación. Es, por lo tanto, una tendencia natural luchar por nuestra propia vida. La Tierra provee de lo necesario para todos nosotros, pero el egoísmo, la ambición y la falta de solidaridad hacen que mientras unos viven en la abundancia, muchos mueran en la miseria. Esto es obra del ser humano y sólo nosotros mismos podemos solucionarlo.

En cuanto al goce de los bienes materiales, la Doctrina Espiritista establece que todos tenemos derecho de buscar el bienestar, pero cuando ese goce se vuelve vicio, estamos atentando a la Ley del Equilibrio, y como consecuencia generamos un desequilibrio social e íntimo. Saber superar las pasiones y las tentaciones, en la búsqueda de nuestro perfeccionamiento moral, dando más importancia a las emociones que a las sensaciones, es síntoma de madurez espiritual. Por otro lado, la comprensión exacta de lo que es necesario y lo que no lo es no deja de ser una asignatura pendiente para todo ser humano.

En cuanto a las privaciones voluntarias o autocastigos impuestos por sentimientos de culpa, no tienen ningún valor moral y por lo tanto no son necesarias. Sólo la práctica del bien y el deseo de ayudar a los demás constituye un elemento real de progreso.

5. Ley de Destrucción: Puede parecer, y de hecho lo hace, que la ley de destrucción no cabe dentro de las leyes morales. Cuando hablamos de destrucción, nos vienen  a la mente imágenes relacionadas con guerras, terremotos, catástrofes etc. Lo cierto es que la destrucción hace parte de la vida, y bien vista, es un proceso de reforma, de progreso y de crecimiento. Actualmente, en las ciencias de la educación se habla de un concepto muy interesante, que es "desaprender" (este concepto implica la “destrucción” de nuestros paradigmas para la adquisición de otros nuevos). Por lo tanto la destrucción bien vista contribuye al progreso de la humanidad.

Es necesario, tanto material como espiritualmente la destrucción, vista desde una óptica de renovación para la construcción de cosas nuevas, generalmente mejores que las antiguas. 

Para nuestra doctrina hay dos tipos de destrucción. La que viene de forma natural, y que hace parte de una planificación superior (como sería, por ejemplo, la renovación de las culturas), y otra que es originada por el orgullo y el egoísmo del hombre. La primera es ajena a su voluntad y por lo tanto debe adaptarse a ella. De nada vale negarnos a aceptar las fuerzas inconmensurables de la naturaleza, ellas están ahí presentes y lo estarán siempre, pero podemos paliar sus efectos si aprendemos de ellas, si organizamos nuestras vidas en la prudencia, el equilibrio y la rectitud. De esta forma, conseguiremos extraer algo positivo de esa ley natural, y gracias a ella, conseguiremos evolucionar rápidamente. En cuanto a la segunda, las que son originadas por nosotros mismos, el progreso moral (a nivel individual y social), se irá encargando de desterrarlas. Las guerras, los asesinatos, la polución, la falta de sensibilidad con las personas carentes, y un larguísimo "etc.", forman parte de los asuntos pendientes de solucionar por el ser humano. La propuesta espírita es una propuesta de responsabilidad ante nosotros, la sociedad y la naturaleza, aprendiendo a respetarnos, a respetar al prójimo y cuidar del medio ambiente.
 
6. Ley de Sociedad: Todos pertenecemos a una sociedad de la que necesitamos y a la que tenemos el deber de contribuir. El Espiritismo considera que la vida en sociedad es profundamente necesaria para el progreso del individuo y de los pueblos, por eso establece la necesidad de vivir en sociedad, participando de la cultura de nuestra época y aportando nuestro granito de arena a la evolución social. Por eso para el espiritismo la vida en aislamiento no es un mérito moral, porque si es verdad que no se hace nada malo, tampoco se realiza nada bueno para con los demás. La familia es, por lo tanto, valorada por el Espiritismo como el primer núcleo social y en el que nuestros deberes como espíritas han de estar presentes.

7. Ley del Progreso: La ley de progreso es una ley natural a la que todos estamos subordinados. Por más que nos empeñemos en no progresar, la evolución hace parte de nuestra vida. El hecho de vivir ya genera progreso en nosotros, pues nos otorga experiencia, aunque momentáneamente pueda dar la sensación de que algunas experiencias son perturbadoras. Éstas, a la larga, nos enseñaran, pues aprenderemos como no debemos comportarnos.

No debemos quedarnos quietos esperando que el progreso llegue, ya que aunque es una ley natural, todos nosotros podemos contribuir para acelerarlo o estancarlo, y que , obviamente,  somos responsables de nuestro comportamiento delante de esa fuerza de crecimiento.

8. Ley de Igualdad: Para Dios todos somos iguales, no ha dado a uno nada que no lo haya dado al otro. Pero si esto es así, ¿Cómo explicar las diferencias que hay entre los seres humanos? ¿Por qué hay los que desarrollan la inteligencia hasta límites inimaginables, mientras otros son incapaces de aprender las nociones básicas? ¿No estaría esto en contra de la ley de igualdad? Ante esto, debemos considerar que si miramos al hombre en relación a una única vida, efectivamente debemos considerar que la igualdad natural no existe. Pero sabiendo como sabemos que el espíritu es inmortal, y que reencarna tantas veces como sean necesarias para ir cumpliendo su progreso, la igualdad se comprende de forma factible. Las diferentes aptitudes y actitudes corresponden a diferentes grados de progreso conseguido en el largo y lento camino de la evolución.

En cuanto a las desigualdades sociales, ellas son resultado de dos factores, de la desigualdad de aptitudes, y del orgullo y del egoísmo humano. Al tener distinto nivel de evolución, es lógico que no exista una igualdad social absoluta, pero esto no implica las profundas y desgarradoras desigualdades sociales, económicas, educacionales y culturales que existen en la actualidad, y que sólo se pueden imputar al propio ser humano.


El Espiritismo proclama que esas diferencias sólo forman parte en relación a la vida material, pero que a nivel espiritual esa diferencia no existe, ya que un espíritu puede reencarnar siendo hombre o mujer indistintamente y dependiendo de las experiencias que deba aprender. Establece que la diferencia del organismo somático hace que las aptitudes puedan ser distintas, pero que en ningún caso debe haber una supremacía de un sexo sobre otro, alentando a la necesidad de la emancipación de la mujer como un referente del progreso de una civilización.


Por último establece la igualdad ante la muerte, delante de la cual, todos recibiremos de acuerdo con nuestras obras, sin ser tenidas en cuenta posiciones sociales, religiosas, culturales, intelectuales… Sino la forma de comportarnos en la vida.


Por lo tanto, respetar a los demás hace parte de la estructura moral del Espiritismo.


9. Ley de Libertad: ¿Qué sería de la humanidad sin la libertad? Ella ha constituido, sin lugar a dudas, uno de los avances más grandes en la sociedad actual.


Sin embargo, ¿la libertad que tenemos es absoluta? A este respecto el Espiritismo nos dice que no, puesto que en el momento que estamos con otras personas, existen unos derechos que debemos respetar. Por eso mismo, nuestra libertad acaba donde empieza la libertad de los demás. ¿Qué quiere decir esto? Que es verdad que somos libres, y que debemos sentirnos libres, pero que no podemos hacer uso de esa libertad para dañar a los demás, ya que de lo contrario la vida se tornaría imposible y las relaciones humanas se basarían en la ley del más fuerte, que a fin de cuentas, es quien tendría la libertad. Por lo tanto, el Espiritismo es bastante claro a este respecto, y nos propone que si es verdad que somos libres para actuar, somos en todo momento, responsables de lo que hacemos, y habremos de acatar las consecuencias.

En cuanto a la libertad de pensamiento y de conciencia, el Espiritismo establece que es un derecho, y nadie puede (en sana lógica) atentar en contra de la libertad de pensamiento de otro ser humano. Todo el que atenta contra la libertad de otra persona está esclavizando (y no hace falta que tengamos que recordar la exclavitud física -que afortunadamente está desapareciendo y siendo oficialmente prohibida en casi todos los países-, porque también se considera esclavitud todo tipo de coacción que reduzca la libertad de pensamiento o de acción de nuestros semejantes).


10. Ley de Justicia, Amor y Caridad: Llegando a este punto, tenemos una visión retrospectiva y rápida de las bases morales de la Doctrina Espiritista, pero aún así, falta la más importante. La Ley de Justicia, Amor y Caridad.

Para los espíritas, el cumplimiento de esta ley lleva implícito el cumplimiento del resto, porque, por ejemplo, no podremos ser justos sin tener un sentimiento de igualdad y sin respetar la libertad de los demás. Si amamos, estaremos cumpliendo las demás leyes morales. Por eso mismo, el Espiritismo potencia el amor y la caridad como las dos virtudes que más nos aproximan a la perfección.


Hemos hecho un repaso de las leyes morales para establecer que la moral que presenta el Espiritismo no es una moral imprecisa, donde abundan las palabras y no los conceptos claros. Como hemos podido ver, Kardec y los Espíritus que guiaron sus trabajos, ofrecieron una moral activa, que no se queda en la forma, en la liturgia o en los rituales. Que no busca aparentar sino ser, porque la apariencia podrá engañar al resto, pero no enriquecer a quien la usa. Esta doctrina aborda las cuestiones íntimas y de relacionamiento con las demás personas, y en base a eso, establece una conducta ética, que nunca podrá ser impuesta a nadie, ya que sólo mediante la comprensión y el sentimiento, podremos actuar renovando y dirigiendo nuestro interior hacia mejor.

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