La ley natural es la ley de Dios, es la única verdadera para nuestra dicha. Nos indica lo que debemos hacer o dejar de hacer. La ley natural es eterna e inmutable, como el mismo Dios. Todos podemos conocerla; pero no todos la compremos. Indiscutiblemente, los que mejor la comprenden son los hombres de bien y los que quieren buscarla. Todos, no obstante, la conoceremos algún día, porque el progreso es necesario.
Las leyes morales, según la clasificación de Allan Kardec, pueden dividirse en diez, y son las siguientes:
1. Ley de Adoración: Como sabemos, el Espiritismo es una doctrina racional, por
lo tanto, el culto que rendimos a Dios no es en ningún momento un
culto ceremonial ni litúrgico. El culto, desde la visión espírita, es
el amor, consecuente del agradecimiento, que debemos sentir hacia Dios. Sólo desde esta visión podemos entender la adoración a Dios, como un
acto de reconocimiento y agradecimiento íntimo hacia él.
Para la adoración usamos la
oración, que en el Espiritismo tiene un significado profundo y
totalmente ajeno al concepto de rezo. Orar es elevar el pensamiento a
Dios o a los buenos espíritus (siempre con el permiso de Dios y aceptando que ellos nos ayudarán siempre que puedan y quieran, porque ellos también, como nosotros, tienen ocupaciones, y además, poseen libertad de elección, o libre albedrío) en un acto de recogimiento y sinceridad, y
nunca una acción repetitiva de un texto supuestamente sagrado. De esta
forma, la oración encuentra cabida en el espíritu, pues está acompañada
por el sentimiento.
2. Ley del Trabajo: El trabajo es la forma de conseguir
algo. Sólo por intermedio del trabajo es que llegaremos a conquistar
las cualidades de los espíritus puros. Para el Espiritismo el trabajo
no es un castigo impuesto por Dios a los hombres como algunas
religiones presentan, sino una herramienta para el crecimiento y el
desarrollo humano, tanto a nivel individual como a nivel colectivo.
Para el Espiritismo es una ley
moral, porque todos somos responsables de lo que
hacemos, y la pereza es un mal para nosotros mismos, ya que si nos
acomodamos viendo la vida pasar, sin una acción clara en nuestro
progreso y en el progreso colectivo, la propia inacción será nuestro
propio castigo, pues serán atrofiadas nuestras cualidades por falta de
uso. Por lo tanto, el trabajo es una bendición de Dios.
Pero si tenemos la obligación de
trabajar, tanto físicamente como moralmente, también tenemos el derecho
al descanso. El hombre tiene que buscar el equilibrio entre ambos para
aprovechar su existencia.
3. Ley de Reproducción: Desde esta perspectiva, ya en el año
1857, el Espiritismo habla con total naturalidad de la sexualidad, en
una época donde las religiones eran profundamente castradoras en
materia de sexo. A este respecto, cuando Kardec preguntó acerca del celibato
y la importancia de éste en el progreso moral de la humanidad, los Espíritus de la Codificación le contestaron que nada tiene de meritorio, y que si se hace por
egoísmo no sólo no es meritorio, sino que es perjudicial. Aún así, añadieron que el abuso de las facultades sexuales conlleva graves
problemas para el ser humano, y explicaron que la monogamia es la condición
natural de los hombres y las mujeres.
En cuanto a la responsabilidad
delante de la vida, cada uno es responsable por el mal que haga y por
el bien que haya dejado de hacer, por lo tanto, la cuestión del
control de la natalidad estará aceptada (moralmente) siempre que ese control esté
reglamentado por la necesidad y no por el egoísmo.
4. Ley de Conservación: Sobre esta ley, el Espiritismo
manifiesta que todos tenemos el instinto de conservación. Es, por lo
tanto, una tendencia natural luchar por nuestra propia vida. La Tierra
provee de lo necesario para todos nosotros, pero el egoísmo, la
ambición y la falta de solidaridad hacen que mientras unos viven en la
abundancia, muchos mueran en la miseria. Esto es obra del ser humano y sólo nosotros mismos podemos solucionarlo.
En cuanto al goce de los bienes
materiales, la Doctrina Espiritista establece que todos tenemos derecho de
buscar el bienestar, pero cuando ese goce se vuelve vicio, estamos
atentando a la Ley del Equilibrio, y como consecuencia generamos un
desequilibrio social e íntimo. Saber superar las pasiones y las
tentaciones, en la búsqueda de nuestro perfeccionamiento moral, dando
más importancia a las emociones que a las sensaciones, es síntoma de
madurez espiritual. Por otro lado, la comprensión exacta de lo que es
necesario y lo que no lo es no deja de ser una asignatura pendiente
para todo ser humano.
En cuanto a las privaciones
voluntarias o autocastigos impuestos por sentimientos de culpa, no
tienen ningún valor moral y por lo tanto no son necesarias. Sólo la
práctica del bien y el deseo de ayudar a los demás constituye un
elemento real de progreso.
5. Ley de Destrucción: Puede parecer, y de hecho lo hace,
que la ley de destrucción no cabe dentro de las leyes morales. Cuando
hablamos de destrucción, nos vienen a la mente imágenes relacionadas con
guerras, terremotos, catástrofes etc. Lo cierto es que la destrucción
hace parte de la vida, y bien vista, es un proceso de reforma, de
progreso y de crecimiento. Actualmente, en las ciencias de la educación
se habla de un concepto muy interesante, que es "desaprender" (este concepto implica la “destrucción” de nuestros paradigmas para la
adquisición de otros nuevos). Por lo tanto la destrucción bien vista
contribuye al progreso de la humanidad.
Es necesario, tanto material como
espiritualmente la destrucción, vista desde una óptica de renovación
para la construcción de cosas nuevas, generalmente mejores que las
antiguas.
Para nuestra doctrina hay dos tipos
de destrucción. La que viene de forma natural, y que hace parte de una
planificación superior (como sería, por ejemplo, la renovación de las
culturas), y otra que es originada por el orgullo y el egoísmo del
hombre. La primera es ajena a su voluntad y
por lo tanto debe adaptarse a ella. De nada vale negarnos a aceptar
las fuerzas inconmensurables de la naturaleza, ellas están ahí
presentes y lo estarán siempre, pero podemos paliar sus efectos si
aprendemos de ellas, si organizamos nuestras vidas en la prudencia, el
equilibrio y la rectitud. De esta forma, conseguiremos extraer algo
positivo de esa ley natural, y gracias a ella, conseguiremos evolucionar
rápidamente. En cuanto a la segunda, las que
son originadas por nosotros mismos, el progreso moral (a nivel
individual y social), se irá encargando de desterrarlas. Las guerras,
los asesinatos, la polución, la falta de sensibilidad con las personas
carentes, y un larguísimo "etc.", forman parte de los asuntos pendientes
de solucionar por el ser humano. La propuesta espírita es una propuesta
de responsabilidad ante nosotros, la sociedad y la naturaleza,
aprendiendo a respetarnos, a respetar al prójimo y cuidar del medio
ambiente.
6. Ley de Sociedad: Todos
pertenecemos a una sociedad de la que necesitamos y a la que tenemos
el deber de contribuir. El Espiritismo considera que la vida en
sociedad es profundamente necesaria para el progreso del individuo y de
los pueblos, por eso establece la necesidad de vivir en sociedad,
participando de la cultura de nuestra época y aportando nuestro granito
de arena a la evolución social. Por eso para el espiritismo la vida en
aislamiento no es un mérito moral, porque si es verdad que no se hace
nada malo, tampoco se realiza nada bueno para con los demás. La familia es, por lo tanto,
valorada por el Espiritismo como el primer núcleo social y en el que
nuestros deberes como espíritas han de estar presentes.
7. Ley del Progreso: La ley de progreso es una ley
natural a la que todos estamos subordinados. Por más que nos empeñemos
en no progresar, la evolución hace parte de nuestra vida. El hecho de
vivir ya genera progreso en nosotros, pues nos otorga experiencia,
aunque momentáneamente pueda dar la sensación de que algunas experiencias son
perturbadoras. Éstas, a la larga, nos enseñaran, pues aprenderemos como
no debemos comportarnos.
No debemos quedarnos quietos esperando que el progreso llegue, ya que aunque es
una ley natural, todos nosotros podemos contribuir para acelerarlo o estancarlo, y que , obviamente, somos responsables de nuestro
comportamiento delante de esa fuerza de crecimiento.
8. Ley de Igualdad: Para Dios todos somos iguales, no ha dado
a uno nada que no lo haya dado al otro. Pero si esto es así, ¿Cómo
explicar las diferencias que hay entre los seres humanos? ¿Por qué hay
los que desarrollan la inteligencia hasta límites inimaginables,
mientras otros son incapaces de aprender las nociones básicas? ¿No
estaría esto en contra de la ley de igualdad? Ante esto, debemos considerar que
si miramos al hombre en relación a una única vida, efectivamente
debemos considerar que la igualdad natural no existe. Pero sabiendo
como sabemos que el espíritu es inmortal, y que reencarna tantas veces
como sean necesarias para ir cumpliendo su progreso, la igualdad se
comprende de forma factible. Las diferentes aptitudes y actitudes
corresponden a diferentes grados de progreso conseguido en el largo y
lento camino de la evolución.
En cuanto a las desigualdades
sociales, ellas son resultado de dos factores, de la desigualdad de
aptitudes, y del orgullo y del egoísmo humano. Al tener distinto nivel
de evolución, es lógico que no exista una igualdad social absoluta,
pero esto no implica las profundas y desgarradoras desigualdades
sociales, económicas, educacionales y culturales que existen en la
actualidad, y que sólo se pueden imputar al propio ser humano.
El Espiritismo proclama que esas diferencias sólo forman parte en relación a la vida material, pero que a nivel espiritual
esa diferencia no existe, ya que un espíritu puede reencarnar siendo
hombre o mujer indistintamente y dependiendo de las experiencias que
deba aprender. Establece que la diferencia del organismo somático hace
que las aptitudes puedan ser distintas, pero que en ningún caso debe
haber una supremacía de un sexo sobre otro, alentando a la necesidad de
la emancipación de la mujer como un referente del progreso de una
civilización.
Por último establece la igualdad
ante la muerte, delante de la cual, todos recibiremos de acuerdo con
nuestras obras, sin ser tenidas en cuenta posiciones sociales,
religiosas, culturales, intelectuales… Sino la forma de comportarnos en
la vida.
Por lo tanto, respetar a los demás hace parte de la estructura moral del Espiritismo.
9. Ley de Libertad: ¿Qué sería de la humanidad sin la
libertad? Ella ha constituido, sin lugar a dudas, uno de los avances
más grandes en la sociedad actual.
Sin embargo, ¿la libertad que tenemos es absoluta? A este respecto el Espiritismo nos
dice que no, puesto que en el momento que estamos con otras personas,
existen unos derechos que debemos respetar. Por eso mismo, nuestra
libertad acaba donde empieza la libertad de los demás. ¿Qué quiere decir esto? Que es
verdad que somos libres, y que debemos sentirnos libres, pero que no
podemos hacer uso de esa libertad para dañar a los demás, ya que de lo
contrario la vida se tornaría imposible y las relaciones humanas se
basarían en la ley del más fuerte, que a fin de cuentas, es quien
tendría la libertad. Por lo tanto, el Espiritismo es bastante claro a este respecto, y nos propone que si es verdad que somos libres
para actuar, somos en todo momento, responsables de lo que hacemos, y
habremos de acatar las consecuencias.
En cuanto a la libertad de
pensamiento y de conciencia, el Espiritismo establece que es un
derecho, y nadie puede (en sana lógica) atentar en contra de la libertad
de pensamiento de otro ser humano. Todo el que atenta contra la libertad de otra persona está esclavizando (y no hace falta que tengamos que recordar la exclavitud física -que afortunadamente está desapareciendo y siendo oficialmente prohibida en casi todos los países-, porque también se considera esclavitud todo tipo de coacción que reduzca la libertad de pensamiento o de acción de nuestros semejantes).
10. Ley de Justicia, Amor y Caridad: Llegando a este punto, tenemos una
visión retrospectiva y rápida de las bases morales de la Doctrina Espiritista,
pero aún así, falta la más importante. La Ley de Justicia, Amor y
Caridad.
Para los espíritas, el cumplimiento de esta ley lleva implícito el
cumplimiento del resto, porque, por ejemplo, no podremos ser justos sin
tener un sentimiento de igualdad y sin respetar la libertad de los
demás. Si amamos, estaremos cumpliendo las demás leyes morales. Por eso
mismo, el Espiritismo potencia el amor y la caridad como las dos
virtudes que más nos aproximan a la perfección.
Hemos hecho un repaso de las leyes
morales para establecer que la moral que presenta el Espiritismo no es
una moral imprecisa, donde abundan las palabras y no los conceptos
claros. Como hemos podido ver, Kardec y los Espíritus que guiaron sus
trabajos, ofrecieron una moral activa, que no se queda en la forma, en
la liturgia o en los rituales. Que no busca aparentar sino ser, porque
la apariencia podrá engañar al resto, pero no enriquecer a quien la usa. Esta doctrina aborda las cuestiones íntimas y de relacionamiento con
las demás personas, y en base a eso, establece una conducta ética, que
nunca podrá ser impuesta a nadie, ya que sólo mediante la comprensión y
el sentimiento, podremos actuar renovando y dirigiendo nuestro interior hacia
mejor.
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